jueves, 24 de septiembre de 2015

De mis frustraciones saco lo mejor



  Amigos, el título lo dice todo, hace un par de semanas apliqué a un concurso literario, con la certeza de que no ganaría nada ya que había más de 1000 concursantes y obviamente muchísimos son mejores escritores que uno. Pero de todos modos tuve una pizca de esperanza como toda una soñadora que soy.

    El concurso se llamaba “Historias de sobre mesa”, es decir, esa típica historia que cuentas en la mesa luego de la cena y un par de copas. Envié dos cuentos, de los cuales ninguno fue ganador. El premio principal era un viaje para dos personas a Milán con gastos incluidos por una semana, me habría encantado ir, pero lo haré algún día. De todos modos me invitaron a la premiación, por lo cual he decidido ir, toda experiencia sirve para mejorar cada día, es lo que pienso.

     He participado en un par de concursos en donde solo una vez he recibido retribución, ya que 3 de mis micro relatos fueron  adicionados a un libro en España, no daré mas detalles de esto porque son relatos de corte erótico y nunca sabrán como, donde y cuando. (Risas, rostro enrojecido).

    Algún día tendré ese reconocimiento que todo escritor amateur espera, no lo digo en retribución monetaria, pero si me encantaría que muchas personas puedan leer mis novelas, y disfrutarlas.
    Mientras tanto les dejo  dos micro relatos con los cuales participé en este concurso. 
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Arroz como engrudo, pollo al carbón y otros secretos del corazón.

        Mi madre es una experta cocinera, su trabajo es precisamente  ser maestra de cocina en el casino de un importante hotel aquí en la capital. Todos adoran sus preparaciones, y para cada comensal  aplica una  cuota de dedicación mezclando especias y sabores.

    La preparación de sus cenas en festividad  es algo que incluso los Dioses del Olimpo podrían  desear, no solo en sabores y el porcionar, también en decoración y creatividad. 

    Una de esas  noches festivas  en una cena de navidad, le dije a mi madre: “Pero que deliciosa cena mamá, debes haber nacido con la etiqueta de maestra”. A lo que ella me respondió con tristeza en su rostro: “No es así hija, a tu edad convertía el arroz en engrudo, el pollo en carbón y otros desastres que dejé en el olvido”. La miré sorprendida y dije: “No lo puedo creer,  me pregunto ¿Cuál es la receta de tanta maravilla?”. Nunca olvidaré sus palabras: “Como madre soltera he sido una sobreviviente, aunque fuese a desastres y dolor, aprendí gracias a tu amor el cual siempre  me motivó a esforzarme más cada día”. Lágrimas de alegría recorrieron mi rostro, y para amenizar el momento dije con gozo: “El pollo hermosamente  se dora con un espléndido sabor  y el arroz con tus encantos se decora ”.

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Los verdaderos reyes de las olas


    Pedro era un joven chef, a quién la vida de excesos en la ciudad lo estaba aburriendo y cansando.
    Debido a esto a un trabajo aprendiz de maestro en construcción decidió aplicar, pero no en cualquier lugar. A Pichilemu se quería trasladar, un pequeño lugar en donde el campo y el mar podían cohabitar. De su excesiva vida deseaba escapar y así su yo completo poder desintoxicar.
   
    Llego un día en donde una llamada recibió, era el arquitecto encargado  de la obra en aquel lugar, para indicarle que viajara cuanto antes a trabajar. Feliz corrió por toda su casa, arreglo maleta con solo lo necesario, tomo un bus al lugar exacto, al fin lo que había esperado toda su vida una huida a un maravilloso lugar.

     Tres semanas llevaba en aquel pueblo, hasta que  un atardecer disfrutando  el aire marino, la lluvia a cántaros lo logró alcanzar, lo cual no le molestó, amaba la sensación de lluvia mezclada con  el exquisito aire marino.

      De pronto diviso una ola gigantesca, para su sorpresa bajo esta, había  un hombre con equipo de buzo, el  cuál llevaba  una gran red en  sus manos. "Un pescador"; pensó Pedro, pero eso no fue todo, cinco hombres más salieron entre olas con pescados y mariscos en sus redes, "Estos son los verdaderos reyes de las olas"; se dijo en voz baja. Luego  se acercó a ellos para poder ayudar en su traslado hacia la orilla de la playa  ya que se veían agotados. Luego sintió la necesidad de  como Chef ofrecerse para un gran festín preparar, los pescadores asintieron sin objeción alguna.

    En ese momento  a lo lejos divisó, a las mujeres de dichos pescadores corriendo con fervor trayendo consigo leña, ollas, mantas, entre otras cosas.  La lluvia cesó y la leve luz del sol se acercó,  una fogata prepararon, para llevar a cabo la preparación del festín tan anhelado.



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